Hace mucho que creo que la lectura y la escritura conecta a la gente, aunque pensemos que no se nos da bien. Na, mentira. La prueba es el whatssap, que aún pudiendo llamar, nos gusta escribir. Así que no luches contra tu propia naturaleza, y escríbenos unas letras.
La idea del post es construir un relato de múltiples personajes, entre muchas personas que no se conocen, pero que se irán conociendo a través de las letras.
No se trata de hacer un Don Quijote, que eso no se lo lee nadie. Textos sencillos que tengan coherencia con el anterior, o con la historia en común. Pueden aparecer múltiples personajes, lugares, situaciones, rutinas... cualquier cosa cabe, porque es plural y no tiene normas estrictas.
Los textos pueden ser de dos líneas o de veinte [o más, si crees que lo merece, jjj], siempre que aporten y tengan sentido con la historia, todas son bienvenidas.
Y, bueno, pues no hace falta decir, que cualquier cosa que sea soez, falte al respeto, o no pinte nada en la historia, pues será borrado... [es necesario poner esto de mal rollo, por los por si acasos].
Espero que participeis y que os divierta.
Tanto si eres un escritor encubierto, te apetece contar algo, o te quieres entretener un ratillo, arrójate. ¡Venga ¿Me acompañas en esta aventura? Luego ya cuando haya que ir a firmar libros a una caseta en la feria del libro, si somos muchos, nos iremos turnando.
Mi primer personaje se llama Sonia, igual tú conoces a sus hermanos o hermanas, o su primo de Extremadura, o sabes donde trabajó, o por qué no hay termino medio entre que los hombres la acosen o no la hagan ni caso... la historia la hacemos entre todos...
Nos vemos en las letras.
En ese momento, mientras apretaba el móvil contra su corazón, y su mirada se perdía , sonó la canción.
Sonia, cerró los ojos y y se recostó.
Dejo el móvil en el asiento del copiloto, lo acarició y comenzó a cantar junto a Luz Casal. -" sentir, que aún queda tiempo, para intentarlo, para cambiar, tu destino..."
Cuando acabó la canción, Sonia abrió los ojos, los abrió de verdad, con toda su verdad, su intención e ilusión.
Cogió el teléfono, se detuvo un instante. Volvió a abrazar al móvil.
Pensó que prefería hacer..¿le llamo? ¿Le escribo?
"Si. Le llamo"
Y marcó sonriendo, atusandose el pelo. Como si lo fuese a ver, de repente.
Hola!!
Hola, qué sorpresa!!
- Ya lo creo, no esperaba tu llamada... bueno o si, de hecho la llevo esperando desde el otro día, jjj. ¿Cómo estás?
- Bien, un poco cansada, ha sido un día díficil pero he de decirte como pedía Clint Eastwood siendo Harry, que tú me lo has alegrado, jjj- respondió Sonia con ese alarde de ingenio que implosionó en la cabeza de David al oirlo.
- ¿No me digas que eres fan de Harry el sucio?- preguntó sorprendido.
- Bueno si, pero también del ejecutor y del fuerte, y amo a los orangutanes- concluyó mientrás soltaba una gran carcajada.
En ese momento David no sabía qué decir, esa mujer tenía una capacidad inherente de descolocarle por completo y volverle completamente loco.
-Sonia
-Dime
-Eres fantástica, ¿lo sabes, no?
—Claro que lo sé —contestó Sonia, mientras con el dorso de su
mano izquierda se echaba el pelo hacia atrás, como en un anuncio de Pantene.
—Y cuando haces eso me enciendes de tal manera que sólo deseo
besarte.
—Pues más tonto eres si no lo haces…
Harry —digo David— acercó su boca a la de Sonia, cerró los
ojos y ambos se fundieron en un largo beso, como si fuera un cuento de hadas.
De pronto, David abrió los ojos y miró el móvil, dándose
cuenta de que, efectivamente, era un cuento de hadas. Se lo acercó a la oreja y
escucho la voz de Sonia:
—David, David, ¿estás ahí?
—Sí, sí, aquí estoy —respondió él.
—Es que dejé de escucharte y pensé que te había pasado algo.
—Estoy bien, pero, en cierto modo, me pasó algo. Te imaginé
junto a mi con tanta fuerza que me pareció real. Tenemos que vernos. Cuanto
antes.
—De acuerdo. Yo también lo deseo. ¿Nos vemos esta tarde? Y así
me cuentas con detalle eso tan extraño que te pasó mientras hablábamos.
—Perfecto. ¿A las seis en la puerta del Tomás y Valiente?
—Sí, me parece bien.
—Estupendo. Ya estoy deseando que sean las seis —concluyó David.
A las 17;45...los dos se encontraron.
-¡Vaya, llegas pronto!!
-¡Vaya, creo que tú también!! Le respondió Sonia mientras le daba un abrazo.
David devolvió el abrazo mientras aprovechaba para olerle el pelo.
- Tenía ganas de verte, le susurró al oído.
-Yo también, respondió ella con un beso en la mejilla.
-¿Qué hacemos?, ¿Te apetece un paseo por Polvoranca?
-Genial!! Un paseíto, es un planazo. Vamos en mi coche. Respondió Sonia cogiéndole de la mano
—¿Dónde lo tienes? —preguntó David.
—Aquí mismo, al principio de la calle Lima —contestó Sonia.
Y luego corrigió—: O al final, según la numeración del ayuntamiento.
Los dos rieron la ocurrencia, mientras cruzaban la avenida
de Leganés, cogidos de la mano.
Enseguida, David —sobreponiéndose a su timidez— fue un paso
más allá y tomó de la cintura a Sonia. Ella, en un principio, se dejó hacer,
pero, al poco, le imitó.
Y así iban, caminando lentamente —aunque, más que andar,
casi parecía que se deslizaban, como si estuvieran en estado de ingravidez—,
mirándose a los ojos. Sólo les faltaba ir diciendo cada uno el nombre del otro
para que aquello pareciera una escena de “Cañas y barro”.
Y, a punto de llegar a la calle Lima, David —impulsivamente—
se detuvo. Sentía un irrefrenable deseo de besar a Sonia y pensaba que ella
debía estar sintiendo lo mismo. Iba a hacerlo, pero, justo en ese momento, el
abismo se abrió ante sus pies y el miedo a ser rechazado le dominó. Estaba al
borde de un ataque de pánico.
Sin embargo, consiguió serenarse recordando los consejos de
su amigo Mike —un reconocido seductor— y decidió poner en práctica lo que éste
llamaba la técnica infalible. Y, ante su propio asombro, se vio diciendo
aquellas palabras que algunas veces había escuchado pronunciar a Mike y que
siempre le habían dado el fruto esperado:
—Mira, Sonia, llegados a este punto, sólo tenemos tres
alternativas: o me das un beso, o te lo doy yo, o los dos nos besamos.
Una vez pronunciadas esas palabras, la tensión desapareció.
Empezó a sentirse muy bien y no dejaba de visualizar en su mente aquella mueca
de hombre duro que tantas veces había visto a Harry el Fuerte. Lo importante es
que había sido capaz de cumplir con su parte y, ahora, el resultado ya no
dependía de él.
Cuando Sonia le miró, con la cara seria, David se temió lo
peor: quizá, lo que ahora venía era un desplante, que daría al traste con toda
la magia que había ido surgiendo entre los dos. Pero, en un instante, el rostro
de Sonia cambió de expresión y su preciosa sonrisa se desplegó con todo su
encanto, mientras respondía:
—La verdad es que no sé por qué, pero he comprobado que
cuando hay tres alternativas, la tercera suele ser la mejor.
A la mañana siguiente, Ramón se levantó temprano y bajó a
desayunar a la cafetería del hotel, como hacía cada día desde su llegada a
Copenhague. A esas horas, la cafetería estaba muy concurrida, por lo que el
servicio se demoraba un poco.
Para hacer tiempo, mientras esperaba a que le sirviesen el
desayuno, Ramón hojeaba el “Borsen”, uno de los periódicos de información
general que el establecimiento ponía a disposición de sus distinguidos
clientes. Así —echando mano de su rudimentario conocimiento del idioma danés—, hacía
lo posible por desentrañar los titulares de las principales noticias.
Pero, ese día, cuando llegó a la página cinco, sintió que un
escalofrío recorría su espalda. En principio, era una noticia sin más, de las
que se publican muchas a lo largo del año: una mujer había muerto. La causa de
la muerte aún no estaba clara —el diario indicaba que estaban pendientes del
resultado de la autopsia—, pero todo apuntaba a que no era un asesinato:
simplemente se había ahogado.
Sin que Ramón supiese cómo, su mente relacionó automáticamente
la noticia con la inquietud que había sentido la noche anterior y con el rostro
sereno de aquella muchacha que —ahora estaba seguro— había emergido de las
gélidas aguas del canal para acabar hundiéndose sin remisión en ellas. Y tuvo
la certeza de que, lo que apenas había intuido entonces, era cierto; triste,
pero cierto. Y también supo que aquella tragedia había ocurrido prácticamente
ante sus ojos, sin que le fuera permitido intervenir para evitarla.
Apesadumbrado, tomó el desayuno sin degustarlo, con su
pensamiento perdido en el misterio de aquel rostro tranquilo —como si la
muchacha aceptase la muerte sin más— y de aquella vida que no había llegado a
conocer. Un misterio que, probablemente, nunca lograría desentrañar.